En los días previos a la elección judicial del 1 de junio, algunas voces han insistido en que votar es una obligación cívica ineludible. Se ha dicho que, incluso en procesos imperfectos, acudir a las urnas puede mejorar las cosas, detener retrocesos o sentar precedentes para el futuro. Pero, ¿qué pasa cuando las reglas del juego están amañadas desde el principio? ¿Qué sucede cuando votar no es elegir libremente, sino validar decisiones tomadas por otros?
En este texto propongo una opinion distinta: en ciertos contextos, abstenerse también es una forma legítima de participación política. A continuación, argumentaré contra cinco ideas comunes sobre el valor del voto en elecciones defectuosas, y trato de explicar por qué no votar puede ser una forma de decir “no” con fuerza.
1. “Votar sirve para evitar que lleguen los peores”
Suena lógico: si participamos, podemos al menos evitar que ganen los peores perfiles. Pero este argumento falla cuando las opciones disponibles ya fueron filtradas por actores políticos con intereses propios. En otras palabras, cuando todos los candidatos fueron seleccionados por las mismas élites, el votante no tiene una verdadera capacidad de corregir el rumbo, solo puede elegir entre lo que le dejaron.
El voto deja de ser una herramienta transformadora y se convierte en una manera de legitimar lo que ya fue decidido desde arriba.
2. “Se puede votar estratégicamente por el menos malo”
Otra propuesta común es el “voto estratégico”: apoyar a quien no es ideal, pero al menos es menos peligroso. Pero esta idea parte de una suposición cuestionable: que la ciudadanía tiene suficiente información para comparar objetivamente a los candidatos. En procesos opacos, sin campañas claras, sin debates, sin acceso a datos completos, la posibilidad de tomar una decisión informada es mínima.
En este escenario, el voto estratégico se parece más a una apuesta a ciegas que a un ejercicio de responsabilidad cívica.
3. “No votar es dejar que otros decidan por ti”
Este es quizá el argumento más repetido: que abstenerse es rendirse o desentenderse del país. Pero no es cierto. La abstención puede ser una forma activa y consciente de rechazar el proceso, una manera de denunciar que no hay condiciones para una elección real. No todas las abstenciones son por apatía. Algunas son un grito político frente a la simulación.
En contextos donde la democracia se reduce a una fachada, no participar puede ser una forma de proteger su verdadero significado.
4. “Hay buenos candidatos, vale la pena votar por ellos”
Incluso si entre los candidatos hay personas capaces, su llegada al proceso ya ocurrió dentro de un sistema controlado por intereses políticos. Es ingenuo pensar que el talento individual puede cambiar un diseño institucional viciado. Un buen perfil no garantiza autonomía ni imparcialidad, sobre todo si la lógica electoral premia popularidad antes que preparación.
El problema no es solo “quién llega”, sino cómo y por qué llega.
5. “Aunque el proceso sea imperfecto, hay que participar para mejorar en el futuro”
Finalmente, se dice que participar hoy puede ayudar a mejorar el sistema mañana. Pero esta esperanza depende de que el sistema sea sensible a lo que expresa la ciudadanía. En democracias frágiles o autoritarias, la participación popular suele usarse como escudo para justificar decisiones impopulares o autoritarias. Votar en estas condiciones no mejora el futuro: puede reforzar los mecanismos que lo impiden.
En resumidas cuentas
Votar es importante, pero solo cuando hay algo que realmente elegir y condiciones mínimas de equidad y transparencia. En elecciones judiciales diseñadas para consolidar el poder de quienes ya lo tienen, la abstención puede ser una forma legítima —y valiente— de participación política. No por desinterés, sino precisamente por responsabilidad democrática.
Porque en ocasiones, el verdadero acto de ciudadanía es no prestarse al juego.
Lecturas recomendadas:
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O’Donnell, G. (1994). Delegative Democracy. Journal of Democracy.
https://kellogg.nd.edu/sites/default/files/old_files/documents/172_0.pdf -
Hirschman, A. (1970). Exit, Voice, and Loyalty. Harvard University Press.
https://fenix.iseg.ulisboa.pt/downloadFile/563083097450219/Albert%20O.%20Hirschman%20-%20Exit,%20Voice,%20and%20Loyalty_%20Responses%20to%20Decline%20in%20Firms,%20Organizations,%20and%20States%20%20%20(1970,%20Harvard%20University%20Press).pdf -
Morlino, L. (2012). Changes for Democracy. Oxford University Press.
https://www.amazon.com.mx/Changes-Democracy-Actors-Structures-Processes/dp/0199698112 -
Helmke, G. (2002). The Logic of Strategic Defection. American Political Science Review.
https://www.cambridge.org/core/books/abs/courts-under-constraints/logic-of-strategic-defection/5277159563B3DC6B05DEE500969FBF6D
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