Desde el día que desaparecieron los 43
normalistas en Ayotzinapan empezó a invadirme un sentimiento de orfandad y
tristeza que no lograba bien a bien identificar en su origen.
Mencionar que como sociedad somos corresponsables
de lo que pudiera haberle sucedido a los 43 era y es una invitación al insulto.
La palabra “pero” se ha convertido en mala palabra en México. “Fue el Estado”
se volvío la única opinión
que no ameritaba el mote de fascista y de ahí pa’arriba ( o pa’abajo mejor
dicho).
Comentar que hay quienes minimizan o
inclusive justifican algunos delitos; que en un proceso de degradación social
los que ahora son víctimas fueron antes victimarios basta para acusar de que se
afirmaba que los 43 se merecían la violencia recibida.
Al paso de los días se fue agudizando el
sentimiento y revelando el origen de ese sentimiento de orfandad. Era la
realización de estar solo. De que esta sociedad en que vivimos es un
espejismo en el que compartimos un espacio geográfico pero no mucho más… Somos
anacoretas entre otros anacoretas. Aislados de la comunidad.
Lo que le pase a otros, lo que otros hagan
es problema de cada quien; de alguien más. Mientras no se metan conmigo y no me
molesten, no me meto con ellos y no los molesto y todo en santa paz. Que hagan
lo que quieran.
“Fue el Estado” me ha parecido el perfecto
ejemplo de esa actitud. “Fue el estado” me suena a renuncia a la
responsabilidad social y luego personal e individual… Estamos solos.
Las ganas de que estuvieran vivos eran muy
superiores a las expectativas, casi era un hecho que las noticias difícilmente
serían buenas porque ¿quién mantendría con vida a 43 estudiantes pobres por los
que nadie pedía y nadie difícilmente podría ofrecer un rescate?
Hasta el momento, solo he leído en mi TL (me cuesta un demonial decidirme a verlo la TV) el relato de lo ocurrido a los 43.
Que espeluznantes son los detalles. Según
los datos, integrantes de un grupo criminal mataron uno a uno a 28 personas (15
habían llegado muertos por asfixia al lugar) como en un rastro se hace con los
animales. Fueron sordos a suplicas o insultos de sus víctimas, fueron sordos a
su propia conciencia.
¿Fue
el Estado? ¿Es un crimen de estado?
El crimen de Estado tiene la característica
de ser reivindicado, justificado, exaltado; de presentar a los criminales como héroes
o mártires que han realizado sus acciones a veces (pocas) admitiendo “algunos”
excesos en aras de un bien colectivo mayor… No es este el caso.
Es
el crimen organizado estúpido.
Guerrero produce el 98% de la amapola del país
e Iguala está en el epicentro. El poder corruptor del crimen alcanza para
comprar a la autoridad y para deslumbrar con aspiraciones a no pocos.
Estas atrocidades las cometieron personas
al servicio de criminales, no del estado. Personas en puestos de gobierno, pero
también personas comunes, de aspecto humilde, diríase que pobres - adjetivo que
a veces se usa como sinónimo de buenos. Personas que a simple vista no son diferentes
de sus víctimas.
¿El Gobierno es responsable?
Si. Es responsable
en este y otros muchos casos de omisión, de voltear a otro lado, de estar
ausente y hasta de ser cómplice de criminales. Con esos antecedentes, seguir
justificando los “pequeños” delitos o las acciones de protesta que afectan a
terceros, al vecino, al trabajador de un
negocio o al dueño de este, resulta suicida.
Recurrir al lugar común y decir que “Fue el
Estado” me parece que es un intento de calmar la propia alarma ante la evidencia
de que alguien igual a uno mismo puede cometer semejantes atrocidades.
Crimen de Estado no… Gobiernos fallidos sí.
Y con ellos la sociedad que los genera.
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