La mitología del Obradorismo tiene como
piedra angular la afirmación de un supuesto fraude en 2006. Sin embargo, es
importante recordar que no hubo fraude. Así se calificó la elección
y se declaró válida. Esto fue determinado por el IFE y el TRIFE, tras el
desahogo de alegatos por parte del candidato derrotado, y con una diferencia de
0.56% de votos favorable a Felipe Calderón.
Acerca de esta afirmación ya se ha dicho
mucho y se ha desmantelado. Solo se puede aceptar como un acto de fe por parte
de los acólitos, serviles y/o ignorantes.
Otra parte de la mitología obradorista, es
la que afirma que solo son buenos mexicanos aquellos que son leales a López; no
a la constitución, no a los principios fundamentales de la democracia liberal;
ni siquiera a los dichos, diagnósticos, promesas y compromisos de López…
sino leales a Andrés Manuel y solo a él.
El culto a la persona de López es tal, que
discrepar de él es suficiente para ser tildado de traidor a la patria; señalar
sus mentiras es motivo de acusaciones de sicariato para los periodistas, y
demandar derechos como el de la salud y acceso a medicamentos es calificado de
golpismo. El punto de partida de estos ataques es la conferencia de López, la
cual realiza con la investidura, recursos y símbolos de uno de los tres Poderes
de la Unión, de la titularidad del ejecutivo federal en un régimen presidencialista
como el nuestro.
Nada que venga de quien no es adicto a
López pasa el filtro de mexicanidad entre los leales.
¿Qué cosa es esa que hace más mexicano y no
un traidor a la patria, a quien se anula a sí mismo, sus opiniones propias e
incluso niega la realidad con tal de adular, justificar o cuando menos callar
lo que de criticable pueda tener López y su gobierno?
Es, pues, un acto de fe igual que la
mentira del fraude de 2006. Es así porque López lo dice y si la realidad hace
evidente lo contrario, él tiene otros datos y sus leales solo tienen los que él
les dice que tengan.
¿La Constitución? Al diablo con la
Constitución y las leyes e instituciones que de ella emanen… No me vengan con
que la ley es la ley.
Hasta 2018, toda crítica de López a quienes
detentaban el poder tras haberlo derrotado electoralmente, se centraba (como
debe ser) en señalar violaciones (reales a veces, pero casi siempre inventadas)
a la legalidad.
Es solo ahora que detenta el poder, que no
hay que reclamarle lo mismo que él reclamó, que hablar de legalidad y estado de
derecho, es lo que hace un mal mexicano, un vendepatria, un traidor a la
patria. Al diablo su Constitución. El Estado soy yo.
Esa actitud es propia de monarquías
absolutistas, anteriores a la Carta Magna de 1215.
Solo quiero decirle a los leales de López
que pese a todo lo anterior siguen creyendo que son más mexicanos por esa
lealtad que los que en observancia de la ley y ejercicio de sus derechos
ciudadanos son críticos o abiertamente opuestos al obradorismo, a transgredir
la ley y la constitución, a amedrentar periodistas, a usar el poder del Estado
para revelar información personal… A esos quiero decirles que son más
obradoristas que yo, pero no más o mejores mexicanos que yo, no son más o mejores
demócratas que yo, no son más o mejores ciudadanos que yo… Y no estoy solo, hay muchos más por allí.