¿De qué estamos hablando
aquí?
Si no hablamos
de la comisión de un delito, de la violación de una norma civil y ni siquiera
de la transgresión al bando de policía y buen gobierno, me parece a mí que se
trata de emitir un juicio moral sobre el presidente del país y la jerarquía católica.
Es un asunto que
honestamente a mí con todo y lo mal católico que soy me jode mucho el ánimo y
que lo hace no a raíz de este trabajo “periodístico” sino desde antes y por ser
evidente para quienquiera con clases mínimas de catecismo católico. Pero
ello es únicamente en el ámbito que corresponde a la fe y a la religión. O sea,
en el ámbito que corresponde (o así debiera ser) puramente al fuero interno de
las personas.
Hablar desde la pregonada
laicidad de “tráfico de influencias” para arreglar un asunto de índole religiosa.
Hablar de derechos para referirse a un asunto del ejercicio del ministerio
sacerdotal es un sinsentido que lleva el tema al campo de lo que tanto se
denuncia desde la progresía pero que tanto se hace. Esto es, todo se lleva al
campo de la moralina… de una actitud a todas luces MOCHA para juzgar al adversario
político.
Así las cosas,
no extrañe pronto encontrarnos en un reportaje de investigación que un otrora
joven adversario político disfrutaba el clásico juego de mesa Monopoly
(Turista) y que de ello se concluya y se denuncie la corrupción del individuo y
sus maléficas artes neoliberales.
Lo
verdaderamente criticable de EPN no es su copete, su matrimonio, sus errores
ante los micrófonos y ni su deficiente catolicismo y su asociación con jerarcas
igualmente cuestionables. Lo verdaderamente criticable está ahí a la vista de todos
y se llama CONFLICTO DE INTERESES. Ese asunto lo puso a la vista de todos, una
muy buena investigación de Carmen Aristegui. Obvio con ayuda de enemigos políticos de EPN como es lógico, aunque dependiendo del político en el banquillo de los acusados, algunos le llamen complot.
Ahora todo mundo
anda en Babia por una investigación “periodística” de un tema por demás baladí, mas propio de encontrarse en revistas "del corazón" que
en medios que tratan asuntos de índole política y en boca de actores políticos que se dicen laicos en
un país al que la separación Iglesia – Estado no le ha resultado en absoluto
barata.
Y el tema se ha puesto ahí (¡Oh qué ironía!) por la propia Carmen
Aristegui.
¡Vaya con la cortina de humo!
¡Vaya con quien la ha puesto ahí!
De la derecha no
extraña ni extrañaría este modo de hacer política. Y no porque se ciñan a los preceptos
religiosos que dicen profesar, sino justamente porque dicen profesarlos.
Qué cosa tan interesante es en cambio, que la
izquierda para quien en cuestión de política pública esto es irrelevante, otorgue
por una parte el perdón con tono de absolución a quien hace apenas unos meses
acusaba de corrupción (con lo que eso implica jurídicamente) y que por
otro lado lance anatemas a quien transgrede normas religiosas.
De pilón: Ahí
viene el Papa y la progresía reniega en redes sociales por la falta de quejas
de otros internautas. Agachones, mochos y persignados son
adjetivos usados en quienes “no hacen nada”…. Pero bien que festejaron una
visita realizada hace menos de un año, con entrega de medalla (¿de de fray
Bartolomé de las Casas?) y una carta congratulándose
y agradeciendo la próxima visita.