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miércoles, 21 de febrero de 2018

AMLO NO

AMLO no me provoca odio. Desde hace mucho, los políticos que proponen más Estado como solución, no gozan de mi preferencia electoral. No los odio, solo no los prefiero. Es más, los resisto.
Yo si viví y recuerdo los tiempos del PRI como omnipresente partido de Estado; ese PRI que también AMLO debe recordar porque es al que se afilio a inicios de los años 70 del siglo pasado. AMLO no solo debe recordarlo, sino que por sus discursos, acciones y propuestas se ve que lo añora.
Así que no. AMLO no representa para mí un cambio en la dirección correcta. La reversa también es cambio, pero no comparto la opinión de él y de sus simpatizantes de que estábamos mejor cuando estábamos peor.
AMLO no es demócrata. Lo digo desde la convicción de que un demócrata lo es no solo por someterse a la mayoría (cosa que está por verse) sino, además, porque lo hace con apego las leyes y las instituciones. Mandarlas al diablo cuando no gusta lo que resuelven los jueces es preferir la razón de la fuerza antes que la fuerza de la razón. AMLO no garantiza certeza jurídica.
AMLO no es congruente. La congruencia es actuar de acuerdo con lo que se piensa y se dice. SI bien a todo político (o no) se le pueden señalar desviaciones entre su pensar, decir y actuar, es AMLO y sus simpatizantes quienes pretenden vender la idea de que en un mar de políticos que dicen una cosa y hacen otra, AMLO no es incongruente y señalar que AMLO no es inmune a incongruencias, dedazos, caudillismo, nepotismo, tolerancia a la corrupción de militantes, concreción de alianzas que se habían rechazado de una y mil formas, concreción de otras alianzas con personajes a los que se había acusado de delitos por aliarse con sus oponentes en las dos elecciones pasadas, todo ello es tomado por ataques con mentiras aunque las evidencias estén allí; cuando no hay más remedio que aceptarlos, se pretende minimizar con falacias tu quoque.
AMLO no me provoca miedo. Me provoca rechazo electoral por las soluciones simplistas y probadamente contraproducentes a los problemas diagnosticados, no solo por él, sino por todo político profesional del país y del mundo: Pobreza, desigualdad (no coincido con este), criminalidad, corrupción, estado de derecho, etc.
AMLO no es tolerante al disenso. En 2006, los simpatizantes de AMLO no dudaron en mostrarle su desacuerdo cuando lo había. Su reacción: “El movimiento soy yo”; “que se hunda PEMEX…”; “Conservadores más despiertos”; “TRAIDORES”. De ello sobrevino la creación de MORENA, allí nadie contradice a AMLO, allí, todo se justifica y/o minimiza. Allí los traidores, corruptos, operadores de fraudes y demás señalados por el propio AMLO son perdonados por el mismo que los condenó (veces tan solo algunas semanas antes) con tal de que lo apoyen sin cuestionarlo. Ahora sus simpatizantes todo le justifican, inclusive aquello que han criticado en otros por años. No es para menos, el militante que dude de la infalibilidad del líder y sus órdenes es expulsado.
AMLO no representa a “la izquierda verdadera”; no existe tal cosa como tampoco existen las opciones únicas. Eso es propio de autoritarismos y no de quien se diga libera.
AMLO no acusa de conservadores a sus oponentes debido a sus ideas decimonónicas, él mismo tiene rasgos propios de conservadurismo más fuertes en muchos casos que los que pudieran tener sus adversarios así motejados. No lo de AMLO es una estrategia de división entre ellos y nosotros. “Ellos” los conservadores que históricamente fueron derrotados. Es una especie de puesta en escena de las glorias nacionales del pasado. Eso es conservadurismo y no vaciladas.
Así que no. AMLO no me da miedo, AMLO no tiene mi odio, pero al mismo tiempo, AMLO no tiene mi voto ni mi simpatía.
Y no importa cuántas veces lo digan él y sus simpatizantes, eso no me vuelve a mí ni a nadie conservador, miembro de la mafia, facho ni traidor. Nomás otro mexicano con opinión propia.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

MIEDO

Veo que muchos comentan la “amenaza” de DAESH contra 60 países entre los que se cuenta a México.

Periódicos, radio, televisión y redes sociales dan cuenta de ellos a cada minuto.

Darle difusión en los medios a los mensajes que procuran causar miedo en la población general no tiene sentido. Si los medios en principio creen que ello les generará un beneficio económico, este no puede ser a largo plazo cuando se da a costa de la sociedad en la que coexisten; no tiene sentido.

Informarse, actuar con sentido común, cuidarnos y cuidar a los nuestros es lo mejor que podemos hacer. Hacerlo con la presión del miedo sobre nosotros solo lo dificultará.

Nadie por ejemplo  ha reflexionado sobre cual sería el valor estratégico para esas personas de un supuesto ataque en México. ¿Qué efecto tendía en un país con tantas muertes violentas diarias?

Hay que bajarle a los decibeles y pensar fríamente.
 
No hace mucho que en México un asesinato era reproducido incontables veces en los medios. Paginas principales de los medios impresos y espacios estelares de los medios electrónicos multiplicaban el efecto pretendido por los perpetradores.

En un país en el que  al menos 90% de crímenes REPORTADOS se quedan en la impunidad, asesinar era (es) para los criminales la parte sencilla. La saña con la que se hacía (hace), el macabro espectáculo de colgar los cadáveres de puentes o dejarlos desmembrados a la vista, de filmar ellos mismos su atrocidad, esa era (es) la verdadera intención de los criminales.

Fue en eso en lo que a sabiendas o por ignorancia, los medios y no en pocos casos el mismo gobierno, se convirtieron en los hechos en voceros de los asesinos.

Se creó terror en la población y se propició la oportunidad para que delincuentes menores actuaran al amparo de la confusión exacerbando la realidad de por si violenta.

Los medios y el gobierno han bajado los decibeles en estos casos y es de reconocerse. No era (es) una estrategia inteligente la de dar reflectores a los asesinos. Hoy parece que los reductos de notas violentas se encuentran entre los “activistas” que antes abogaban por #NoMasSangre pero que se frotaban las manos por cálculo político con cada terrible acontecimiento.

Aunque es de reconocerse cambio de enfoque para tratar estos hechos, sigo sin escuchar de parte de los medios los motivos del notorio viraje. Sería deseable como un ejercicio de ética periodística que comentaran al respecto. Ya ha pasado tiempo suficiente.

Bien haríamos en tomar lo aprendido del caso domestico antes relatado para aplicarlo al asunto de los terroristas internacionales.

A los medios y luego a cada uno de nosotros en lo individual no nos conviene hacer eco de quienes pretenden causar terror.