domingo, 9 de marzo de 2025

Disfruten lo votado: el arrepiento o las consecuencias

No están arrepentidos. No realmente. Quienes apoyaron con su voto a un régimen que ha desfigurado la constitución y ejecutado un golpe de estado contra uno de los tres poderes de la unión no parecen lamentar su decisión por lo que implicó desde el inicio. No. Su arrepentimiento, si acaso existe, no es por haber respaldado un proyecto que sabían autoritario, sino porque ahora las consecuencias de ese voto les han alcanzado a ellos mismos.

“No se podía saber”, dicen algunos. “No votamos por esto. No dimos un cheque en blanco. No es culpa de nadie”. Excusas que suenan huecas cuando se confrontan con la realidad. Porque, en el fondo, no se arrepienten de su voto; se arrepienten de que el costo de sus decisiones ya no recaiga solo en los demás, sino que ahora les toque a ellos sufrirlo. Sabían —sin lugar a dudas— que su elección afectaría negativamente a otros. Justificaron que derechos elementales fueran pisoteados en nombre de un supuesto bien mayor. Lo admitieron cuando mandaron al diablo a las instituciones, cuando negaron hechos y evidencias que contradecían su narrativa. Siempre se supo lo que este régimen haría; lo que creyeron fue que las consecuencias las pagarían otros, mientras ellos permanecerían a salvo, intocados.

No les importó que el líder fuera un fratricida, ni que sus acólitos fueran mendaces descarados, incapaces de aceptar una derrota en las urnas. No les preocupó que “mandar al diablo a las instituciones” no fuera solo una bravata, sino una declaración de intenciones respaldada por actos concretos: un intento de impedir una toma de protesta, la violencia contra sesiones del congreso. Todo eso se sabía de antemano. Las señales estaban ahí, claras como el día. Pero ellos asumieron que el precio lo pagarían otros, mientras ellos cosecharían los frutos de su “transformación”.

Se aferraron al mantra de “no mentir, no robar, no traicionar”, ignorando una vida entera de evidencias que contradecían esas palabras. Y, peor aún, lo sostuvieron incluso cuando el ejercicio del poder mostró lo opuesto. ¡Qué locura! Creyeron en un viento de promesas vacías, a pesar de que la incapacidad para gobernar era evidente. “Gobernar ni tiene ciencia” era la consigna, pero los hechos hablan más que las palabras.

Sin embargo, no me malinterpreten. Me alegra ver que ahora expresen su descontento. Hay motivos de sobra para estarlo. Pero creo que les falta algo esencial: autocrítica. Una introspección honesta que los lleve a preguntarse: ¿por qué antes no les parecía inaceptable lo que sí se podía saber que ocurriría? ¿Por qué solo ahora, cuando su vida, sus principios y su estilo de vida están comprometidos, sienten esa terrible sensación de pérdida? Mientras tanto, observan a otros —a quienes las consecuencias aún no alcanzan, pero eventualmente lo harán— permanecer indiferentes o incluso celebrar la destrucción que ya les afecta a ellos.

La cosa es simple: SE LES DIJO. SÍ SE PODÍA SABER. Y SÍ ES SU CULPA. No hay escapatoria a esa verdad. Cada advertencia ignorada, cada evidencia desechada, cada justificación para apoyar lo indefendible los trajo hasta aquí. Ahor toca hacer algo al respecto. Prepararse para corregir el rumbo cuando tengan la oportunidad —si es que la volvemos a tener— de ejercer el voto. Que recuerden que son los resultados, no las supuestas buenas intenciones, lo que marca la diferencia.

Mientras tanto, que enfrenten las consecuencias de sus decisiones. Que lidien con lo que votaron. Porque, al final del día, esto no es un castigo inmerecido ni una sorpresa inesperada. Es, simplemente, lo que eligieron. En pocas palabras, que DISFRUTEN LO VOTADO.

domingo, 23 de febrero de 2025

El “lejano” 2030. (Por PoloCDMX)

El gobierno de Claudia Sheinbaum ha heredado y perpetuado los errores de su mentor, Andrés Manuel López Obrador. A pesar de su incapacidad para desprenderse de su sombra, esto no ha sido una debilidad, sino su mayor fortaleza. Sheinbaum ha construido su legitimidad sobre la base de la continuidad, evitando cualquier atisbo de independencia real. Los resultados están a la vista: una economía estancada, instituciones debilitadas, corrupción rampante y una sociedad profundamente dividida. Sin embargo, sería un error subestimar lo que su administración y su partido han logrado: mantener una narrativa cohesionada, una base de apoyo inquebrantable y una maquinaria electoral implacable. 


Sheinbaum no ha necesitado ser una gran estratega ni demostrar habilidades excepcionales de gobierno. Su mayor fortaleza, al igual que la de AMLO, radica en su capacidad para manipular la percepción pública. Como bien advirtió Friedrich Hayek, “lo que llamamos opinión pública está formado por ideas que la mayoría nunca cuestiona, pero que acepta como incuestionables.” Esta es la esencia de la estrategia de Morena: imponer narrativas que desvíen la atención de su incompetencia y mantener a la ciudadanía discutiendo lo que a ellos les conviene.


Mientras nosotros nos indignamos por cada golpe a las instituciones o por cada nombramiento absurdo, ellos siguen avanzando. No importa si destruyen el sistema de salud, desmantelan la educación pública o cooptan órganos autónomos. Para Morena, lo único relevante es consolidar el poder. Casos como el de Ricardo Anaya, sujeto a una persecución política utilizando a la fiscalía como brazo ejecutor, lo demuestran claramente: no buscan justicia, buscan percepción. Y esa percepción ha sido suficiente para aniquilar a cualquier adversario. Además, cada día siguen incorporando a lo peor de todos los partidos, fortaleciendo su red de clientelismo y pragmatismo político sin escrúpulos.


Pero el problema no es solo Morena; el problema somos nosotros. Desde la oposición, seguimos despreciando al gobierno por su ineptitud, pero fallamos en comprender su estrategia política. Nos quedamos atrapados en la indignación pasiva, como si escandalizarnos fuera suficiente para derrotar a una maquinaria electoral perfectamente aceitada. John Stuart Mill lo expresó con claridad: “La peor forma de tiranía no es aquella que se ejerce por medio de las leyes, sino la que se establece en los corazones y las mentes.” Morena ha entendido esto mejor que nadie.


Mientras nosotros debatimos sobre qué tipo de país queremos, o nos escandalizamos por nombramientos absurdos, ellos ya están diseñando cómo controlar el discurso de la próxima década. Hablamos de cómo reconstruir el país, pero ignoramos que, sin liderazgo claro y unidad estratégica, esas discusiones son meramente aspiracionales. 


La oposición sigue atrapada en sus propias divisiones. Nos desgastamos criticando a posibles candidatos: si son carismáticos, si conectan con la gente o si su historial es impecable. En lugar de reconocer que Sheinbaum y su equipo enfrentan a un adversario fragmentado y torpe, seguimos analizando personalidades mientras ellos consolidan su poder. El problema no es solo el liderazgo, sino nuestra incapacidad colectiva para estructurar una visión unificada que haga frente a esta maquinaria.


En el camino, las instituciones siguen cayendo. Cada fideicomiso desaparecido, cada órgano autónomo cooptado, cada política pública desmantelada bajo el pretexto de la “austeridad republicana”, son golpes profundos que costarán décadas reparar. Y, en un acto que marca un antes y un después en la historia del país, la reforma judicial impulsada por AMLO como un capricho personal y un deseo de venganza ha dejado al sistema de justicia en ruinas. Esta reforma, más que una transformación, es un retroceso que debilita el Estado de derecho y abre la puerta a la arbitrariedad.


Todo esto ocurre mientras la corrupción y la impunidad se camuflan bajo un discurso de supuesta transformación y justicia social. El 2030 está a la vuelta de la esquina, y si no reconocemos que estamos enfrentando a una maquinaria perversa y despiadada, diseñada para perpetuarse en el poder, seguiremos condenados a observar desde la barrera. Es hora de abandonar la ingenuidad y entender que no basta con indignarse o escandalizarse. Hay que actuar con madurez, con estrategia y con una narrativa que recupere la confianza de los ciudadanos.


Sheinbaum no es invencible, pero derrotarla exige un cambio radical en la forma en que enfrentamos el escenario político. Como dijo Edmund Burke, “lo único necesario para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada.” Si seguimos atrapados en la indignación superficial, habremos sido cómplices de nuestra propia derrota.


Es momento de ver el bosque, no solo las ramas. La lucha será difícil, pero claudicar no es una opción.

sábado, 22 de febrero de 2025

¿Casualidad o señal? Los gestos que sacuden la política

En política, como dice el refrán mexicano, “no hay coincidencias”. Y cuando tres figuras prominentes —Elon Musk, Steve Bannon y Eduardo Verástegui— levantan el brazo, palma abajo, en eventos cargados de simbolismo, es difícil no ver un patrón. Esto no es un tropiezo inocente; es un eco que resuena con la historia.

El 20 de enero, en la toma de posesión de Trump, Musk exclamó “¡Gracias por hacer esto posible!” y extendió el brazo tras tocarse el pecho. “Un gesto torpe”, dicen algunos; otros, como la historiadora Ruth Ben-Ghiat, lo llamaron “beligerante”. Musk lo desestimó en X como un ataque gastado, pero grupos neonazis lo aplaudieron. ¿Casualidad?

Luego, en CPAC el 20 de febrero, Bannon cerró su discurso —“¡Luchen, luchen, luchen!”— con un saludo de brazo recto. Un estratega como él no improvisa símbolos así en un escenario conservador tan serio. Al día siguiente, Verástegui, el activista mexicano, repitió el gesto: mano al pecho, brazo alzado, “Mi corazón está con ustedes”. ¿Otra casualidad en 24 horas? El líder francés de extrema derecha, Jordan Bardella, abandonó su discurso en protesta, oliendo una referencia al nazismo.

Tres gestos, tres figuras del círculo de Trump, en un mes. El saludo nazi no era solo un ademán; era un juramento, un unificador de un régimen que dejó millones de muertos. Hoy, en un clima post-6 de enero, con Musk apoyando a la AfD alemana y Bannon predicando “America First”, estas imágenes no pasan desapercibidas. ¿Provocación? ¿Señal a sus bases? ¿O solo estética de poder? La historia nos enseña que los símbolos importan, y en política, repetirlos no es accidente.

No digo que sean malvados como los nazis —eso requiere más que un saludo, más que declaraciones—, pero tampoco compro que sean errores. Son demasiado calculados, y CPAC no es un circo. Es un mensaje, y nos toca decidir qué significa y cómo enfrentar la muy real amenaza que representa.

viernes, 10 de enero de 2025

¿Justicia o Abuso? La Controversia de las Lonas de PROFECO en Gasolineras.

La reciente campaña de la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) titulada “No cargues aquí, se vuelan la barda con los precios” ha generado un intenso debate en México. La colocación de lonas en gasolineras que venden combustible a "precios excesivos" ha sido vista por algunos como una medida necesaria para proteger a los consumidores, mientras que otros la consideran una acción arbitraria y potencialmente ilegal. En este artículo, exploraremos los diferentes aspectos de esta controversia y sugeriremos cursos de acción para los afectados.

La Justificación de PROFECO

PROFECO, como entidad encargada de proteger los derechos de los consumidores, tiene la responsabilidad de asegurar que los precios de los productos y servicios sean justos y equitativos. La colocación de lonas en gasolineras que no respetan los precios sugeridos es una medida que busca advertir a los consumidores sobre posibles abusos y fomentar la competencia justa. Según la Ley Federal de Protección al Consumidor (LFPC), PROFECO tiene la facultad de aplicar medidas precautorias y sanciones para proteger la economía de los consumidores.

Sin embargo, la colocación de lonas no está explícitamente detallada en la LFPC como una sanción específica. Esto ha llevado a cuestionamientos sobre la legalidad de esta medida y si se están respetando los derechos de los propietarios de las gasolineras.

La Controversia Legal

Mi principal crítica a la campaña de PROFECO radica en la falta de claridad legal sobre la colocación de lonas. La Ley Federal de Procedimiento Administrativo establece que cualquier sanción debe estar claramente especificada en la ley y seguir un procedimiento adecuado que garantice el derecho de audiencia y defensa. La colocación de lonas no solo no se encuentra listada como una de las sanciones establecidas en la LFPC sino que además se realiza sin una orden o notificación previa lo que podría considerarse una violación de estos derechos.

Además, esta medida podría ser inconstitucional si se aplica de manera discrecional y sin un fundamento legal claro, recordemos que esta campaña surge a raíz de las declaraciones de Sheinbaum en una conferencia matutina respecto de lo que a su juicio debe ser el preco "justo" de la gasolina (entre 23 y 24 pesos segón ella). La falta de transparencia en el proceso de selección de las gasolineras afectadas también ha generado preocupación entre los propietarios y el público en general.

Impacto en los Consumidores y Propietarios

Para los consumidores, la campaña de PROFECO puede parecer una medida positiva que busca proteger sus intereses. Sin embargo, la falta de claridad legal y la posible arbitrariedad en la aplicación de las lonas pueden generar desconfianza en las instituciones y en la efectividad de las medidas de protección al consumidor.

Por otro lado, los propietarios de gasolineras se enfrentan a un dilema. La colocación de lonas puede afectar negativamente su reputación y sus ingresos, incluso si están cumpliendo con las regulaciones. La falta de un proceso claro y justo para impugnar estas medidas también es una preocupación importante.

Cursos de Acción para los Afectados

Para los propietarios de gasolineras que se sientan afectados por la colocación de lonas, es crucial seguir algunos pasos para proteger sus derechos:

  1. Documentación y Evidencia: Mantener un registro detallado de los precios y las prácticas comerciales puede ser útil para demostrar el cumplimiento con las regulaciones. Esto incluye guardar recibos, facturas y cualquier comunicación con PROFECO.

  2. Asesoría Legal: Consultar con un abogado especializado en derecho administrativo y protección al consumidor puede proporcionar una mejor comprensión de los derechos y opciones legales disponibles. Un abogado puede ayudar a impugnar la colocación de lonas si se considera que se ha aplicado de manera injusta o ilegal.

  3. Comunicación con PROFECO: Establecer un diálogo abierto y transparente con PROFECO puede ayudar a resolver disputas de manera amistosa. Presentar pruebas y argumentos sólidos puede persuadir a la autoridad de reconsiderar la medida.

  4. Recursos Legales: Si la comunicación directa no resuelve el problema, los propietarios pueden considerar presentar un recurso de revisión o una demanda ante los tribunales administrativos. Esto puede ser un proceso largo y costoso, pero puede ser necesario para proteger los derechos y la reputación del negocio.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Destruir el pueblo para salvar el pueblo: Una reflexión sobre la democracia en México

 

La frase “destruir el pueblo para salvar el pueblo” tiene sus orígenes en la Guerra de Vietnam, utilizada para describir la destrucción de aldeas vietnamitas con el fin de eliminar la presencia del Viet Cong. Esta paradoja ilustra cómo, en ocasiones, se justifican medidas extremas con la intención de lograr un bien mayor, aunque a menudo resultan en consecuencias devastadoras.

En México, esta frase resuena con las acciones de los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Claudia Sheinbaum. Durante la administración de AMLO, se han observado esfuerzos significativos para debilitar los controles y equilibrios democráticos. Entre estos, destacan los intentos de reformar el poder judicial y reducir la independencia del Instituto Nacional Electoral (INE). Estas acciones han sido vistas como intentos de centralizar el poder y debilitar las instituciones que limitan la autoridad ejecutiva.

Claudia Sheinbaum, sucesora de AMLO, ha continuado con algunas de estas políticas controvertidas. Su administración también ha sido criticada por contribuir a la erosión de las instituciones democráticas, centralizando aún más el poder y disminuyendo la efectividad de los controles y equilibrios.

Ambos gobiernos han justificado estas acciones argumentando la necesidad de combatir la corrupción y mejorar la eficiencia del gobierno. Sin embargo, estas justificaciones a menudo parecen ser un pretexto para consolidar el poder y eliminar la oposición.

Para salvar la democracia en México, es crucial reconocer las deficiencias de los gobiernos anteriores, pero también es fundamental respetar el estado de derecho. Aunque los predecesores de AMLO y Sheinbaum tuvieron sus fallos, es innegable que lograron mantener un equilibrio de poder más saludable y respetaron las instituciones democráticas en mayor medida.

La recomendación es clara: debemos fortalecer las instituciones democráticas, garantizar la independencia de los poderes y promover una cultura de respeto a la ley. Solo así podremos asegurar un futuro democrático para México, donde el poder no esté concentrado en unas pocas manos, sino distribuido de manera justa y equitativa.

jueves, 7 de noviembre de 2024

La Cacería de Brujas y la Era de Internet

La historia de la humanidad está marcada por episodios de persecución y miedo irracional, y uno de los más oscuros es, sin duda, la cacería de brujas que, contrario a lo que pudiera suponerse, no ocurrio durante la edad media, sino que tuvo lugar en Europa entre los siglos XV y XVII, a los albores de la asi llamada "Ilustración". Este fenómeno, que llevó a la ejecución de miles de personas, principalmente mujeres, se vio exacerbado por la invención de la imprenta de tipos móviles por Johannes Gutenberg alrededor de 1450. La imprenta, una herramienta revolucionaria para la difusión del conocimiento, también facilitó la propagación de ideas peligrosas y supersticiones, como las contenidas en el infame “Malleus Maleficarum”. Hoy, en la era de internet, observamos un fenómeno similar: la proliferación de ideologías retrógradas y teorías conspirativas que amenazan con socavar los fundamentos de nuestras democracias.

La Imprenta de Gutenberg

La invención de la imprenta de tipos móviles por Johannes Gutenberg alrededor de 1450 marcó el inicio de una revolución en la comunicación. Antes de la imprenta, los libros eran copiados a mano, un proceso laborioso y costoso que limitaba su disponibilidad. La imprenta permitió la producción masiva de libros, haciendo que el conocimiento fuera accesible a un público mucho más amplio. Obras como la Biblia de Gutenberg, completada en 1455, demostraron el potencial de esta nueva tecnología para transformar la sociedad.

La Cacería de Brujas

Sin embargo, la imprenta también tuvo efectos negativos. La capacidad de reproducir textos rápidamente significaba que no solo se difundían ideas iluminadoras, sino también supersticiones y teorías peligrosas.

La cacería de brujas fue un fenómeno complejo, impulsado por una combinación de factores sociales, políticos y religiosos. En un contexto de crisis y cambios profundos, las acusaciones de brujería se convirtieron en una forma de canalizar el miedo y la frustración. El “Malleus Maleficarum”, publicado en 1487 por los inquisidores Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, se convirtió en el manual definitivo para identificar, juzgar y ejecutar a las supuestas brujas. Este libro, cuyo título se traduce como “El martillo de las brujas”, describía detalladamente los métodos para detectar y castigar la brujería, y su difusión fue enormemente facilitada por la imprenta de Gutenberg. 

El “Malleus Maleficarum” es un ejemplo claro de cómo la imprenta pudo ser utilizada para propagar el miedo y la ignorancia. Este libro, que detallaba métodos para identificar y castigar a las brujas, se convirtió en una herramienta poderosa en manos de aquellos que buscaban justificar la persecución.

La imprenta permitió que el “Malleus Maleficarum” se distribuyera rápidamente por toda Europa, exacerbando el pánico y la persecución. Este libro no solo legitimó las cacerías de brujas, sino que también proporcionó un marco teórico y práctico para llevarlas a cabo. La tecnología que había sido diseñada para democratizar el acceso al conocimiento también se convirtió en un vehículo para la propagación de la ignorancia y el miedo.

Umberto Eco y la Era de Internet

El destacado semiólogo y crítico cultural Umberto Eco expresó fuertes críticas sobre internet y las redes sociales, comparándolas con la imprenta en su capacidad para difundir información sin filtro. Eco argumentaba que internet, al igual que la imprenta en su tiempo, no discrimina entre información veraz y falsa, permitiendo la proliferación de ideas peligrosas. En una de sus citas más conocidas, Eco afirmó que “internet es un peligro para el ignorante”, subrayando cómo la falta de discernimiento puede llevar a la aceptación de teorías conspirativas y desinformación.

Eco también criticó la “invasión de los idiotas”, refiriéndose a cómo las redes sociales dan voz a personas sin conocimientos adecuados, amplificando la desinformación. Este fenómeno es comparable a la difusión del “Malleus Maleficarum” en la Edad Moderna, donde la imprenta permitió que ideas peligrosas se propagaran rápidamente, alimentando el miedo y la persecución.

Proliferación de Ideologías Retrógradas

El advenimiento de internet ha permitido la difusión de ideologías retrógradas de manera similar a cómo la imprenta facilitó la cacería de brujas. En México y Estados Unidos, se observa un retroceso democrático, alimentado por la desinformación y las teorías conspirativas que circulan libremente en internet. Este fenómeno puede ser entendido a través de las críticas de Eco, quien subrayaba la necesidad de un pensamiento crítico y una alfabetización digital adecuada para combatir la desinformación.

El auge de movimientos que promueven teorías conspirativas y desinformación ha tenido un impacto significativo en el panorama político. La desconfianza en las instituciones y la polarización social se han visto exacerbadas por la difusión de noticias falsas y teorías conspirativas en las redes sociales. La proliferación de teorías conspirativas ha contribuido a un clima de desconfianza y división, afectando la estabilidad democrática en el mundo y especificamente podemos ver sus efectos en México y en Estados Unidos en fechas recientes.

En conclusión, la cacería de brujas en la Edad Moderna y la proliferación de ideologías retrógradas en la era de internet comparten similitudes significativas en cuanto a la difusión de ideas peligrosas facilitada por innovaciones tecnológicas. Internet ha contribuido a un retroceso democrático en México y Estados Unidos. Para combatir la nueva “cacería de brujas”, es esencial promover una educación que fomente la capacidad de discernir entre información veraz y falsa.

La historia nos enseña que las innovaciones tecnológicas, aunque poderosas herramientas para el progreso, también pueden ser utilizadas para propagar el miedo y la ignorancia. La imprenta de Gutenberg y el “Malleus Maleficarum” son un recordatorio de cómo la tecnología de internet y las redes sociales pueden ser un arma de doble filo.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

LA MUERTE DE CUNA DE LA DEMOCRACIA MEXICANA.

 

LA VICTORIA DE AMLO EN 2018: UN PRESAGIO SOMBRÍO PESE A LAS PROMESAS

En el año 2018, México se encontraba en una encrucijada histórica. AMLO no era un novato en la política. Durante años había sido una figura divisiva, representando tanto la resistencia frente a los poderes establecidos como una amenaza latente para la estabilidad del país. Por décadas había alimentado la narrativa de encontrarnos en el peor momento histórico en materia corrupción, propiciando desconfianza en las instituciones y la idea de que el país parecía estar al borde del abismo.

Sus primeros intentos de llegar a la presidencia, en 2006 y 2012, habían sido derrotados, lo que solo alimentó su narrativa de ser un "luchador incansable" contra las élites corruptas. Pero para quienes observaban de cerca, sus derrotas no eran más que un presagio de algo más oscuro: un hombre obsesionado con el poder, dispuesto a cualquier cosa para obtenerlo.

En su retórica populista, ya se vislumbraban los primeros signos de lo que terminaría siendo una catástrofe. Las promesas grandilocuentes de acabar con la mafia del poder, de transformar al país desde sus raíces, de devolver al pueblo el control, eran, en esencia, espejismos. Muchos lo advirtieron: su discurso era una mezcla explosiva de idealismo radical y desdén por las instituciones democráticas.

Su eventual victoria en 2018, con más del 50% de los votos, fue celebrada por muchos como un triunfo de la democracia. Sin embargo, para otros, fue el inicio de una tragedia anunciada. Desde el principio, AMLO mostró signos de autoritarismo. Decidido a concentrar el poder en sus manos, comenzó a desmantelar las instituciones que garantizaban el equilibrio democrático. La prensa fue silenciada poco a poco, y aquellos que se atrevían a criticarlo se convertían en enemigos del pueblo.

En medio de un discurso incendiario, el presidente prometía una "cuarta transformación" que, en lugar de traer progreso, sembraría las semillas de la destrucción. Desde el primer día de su mandato, las señales eran claras: las decisiones erráticas, el desprecio por las opiniones de expertos y una creciente militarización del país indicaban que México se dirigía hacia un abismo.

Nada de esto debía ser una sorpresa para nadie. La vida política de AMLO era bien conocida desde hacia años.


 

AMLO Y EL PRI: LA HERENCIA DEL SISTEMA PREDEMOCRÁTICO

Los orígenes de AMLO en la política mexicana se remontan a un periodo que muchos prefieren olvidar. Durante las décadas de los 70 y 80, el país vivía bajo el dominio hegemónico del Partido Revolucionario Institucional (PRI), un sistema que el escritor Mario Vargas Llosa denominó con acierto como "la dictadura perfecta". AMLO, como tantos otros jóvenes idealistas, se formó dentro de ese régimen autoritario.

Mientras otros estudiantes se manifestaban en las calles en contra del gobierno, él decidió seguir una ruta distinta. En 1968, el país vivió uno de los episodios más oscuros de su historia: la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco. Cientos de jóvenes fueron asesinados por un gobierno que no toleraba la disidencia. AMLO, sin embargo, no estuvo entre los que protestaban. Su condena a los hechos fue, en el mejor de los casos, tibia. En lugar de desafiar al sistema que cometió tal atrocidad, optó por unirse al PRI, el partido responsable de esa represión.

A lo largo de los años 70, cuando la represión continuaba, cuando los movimientos guerrilleros eran perseguidos y desaparecidos por el gobierno, AMLO ascendía en las filas del PRI. Mientras otros luchaban en la clandestinidad o enfrentaban la cárcel, él construía su carrera dentro del sistema. Para sus críticos, esta etapa de su vida es una prueba irrefutable de su pragmatismo y de su verdadera lealtad: el poder por el poder mismo. La ética y la moral eran secundarias frente a sus ambiciones políticas.

Nada de esto debía ser olvidado. AMLO había sido parte activa del sistema que ahora decía querer destruir. Sus raíces en el PRI eran profundas, y aunque eventualmente abandonaría el partido, sus métodos de gobierno, su estilo autoritario y su desprecio por la oposición reflejaban claramente su formación en aquel sistema predemocrático.

Era el mismo hombre que, décadas atrás, había prosperado bajo la sombra de un régimen represivo, y ahora, con la promesa de una transformación, muchos comenzaban a cuestionar si realmente había cambiado. Su pasado, envuelto en las mismas prácticas que decía combatir, comenzaba a resurgir en su presente, arrastrando a México hacia la inestabilidad.


 

LA RUPTURA OPORTUNISTA: DEL PRI AL PRD

El quiebre de AMLO con el PRI no fue el acto heroico que muchos de sus seguidores prefieren recordar. En realidad, su decisión de abandonar el partido no se produjo por convicciones democráticas ni por un rechazo a las prácticas autoritarias del régimen. En 1983, AMLO ya era una figura clave dentro del PRI en su estado natal, Tabasco. Estaba decidido a ascender y, en su mente, la gubernatura de Tabasco era el próximo paso lógico en su carrera política. Sin embargo, en 1987, el PRI tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida: no lo eligieron como candidato a gobernador. En lugar de ser él, el partido prefirió a otro miembro más cercano a los altos mandos del poder.

Fue ese golpe a sus ambiciones lo que lo empujó a cuestionar su lugar en el PRI. A pesar de años de lealtad al sistema y a sus estructuras represivas, AMLO solo decidió apartarse cuando vio frustrado su camino hacia el poder. No fue una ruptura motivada por ideales o principios, sino por el simple hecho de que el partido no lo favoreció.

Es importante notar que hasta ese momento, AMLO no había mostrado señales de rechazo hacia el PRI, ni había levantado la voz contra los abusos del sistema. Ni siquiera la cuestionada elección presidencial de 1988 —una de las más controvertidas de la historia moderna de México— lo impulsó a cambiar de bando. Ese año, el entonces candidato presidencial del PRI, Carlos Salinas de Gortari, se impuso en medio de acusaciones de fraude masivo y de lo que sería recordado como la "caída del sistema". Mientras miles de voces en el país clamaban por justicia y por esclarecer lo que muchos consideraban un robo electoral, AMLO se mantuvo en silencio.

No fue hasta más tarde ese mismo año, cuando la coalición de partidos de izquierda y antiguos priistas, que eventualmente formarían el PRD, le ofreció la candidatura a la gubernatura de Tabasco, que AMLO finalmente rompió con el PRI. Su deserción no estuvo marcada por una declaración contra el fraude o en defensa de la democracia; simplemente, surgió cuando una nueva oportunidad de poder se presentó ante él. Esta vez, en el bando contrario.

Así, AMLO se sumó al naciente PRD, no por convicción en sus ideales democráticos, sino porque este nuevo partido le ofrecía lo que el PRI le había negado: una plataforma desde la cual perseguir su ambición. De este modo, su carrera política siguió avanzando, y poco a poco comenzó a construir su imagen como el líder de la oposición, el defensor del pueblo. Pero para quienes conocían su trayectoria, resultaba claro que su cambio de camiseta no implicaba un cambio en su esencia.


 

VIDEOESCÁNDALOS, DESAFUERO Y TRAICIONES: EL ASCENSO EN EL PRD

Tras su incorporación al PRD, AMLO empezó a forjarse una nueva identidad política. Dejó atrás su pasado priista para transformarse en el líder de la izquierda mexicana. Su primera gran victoria llegó en 2000, cuando fue electo Jefe de Gobierno del Distrito Federal, cargo que ocuparía hasta 2005. Sin embargo, su ascenso al poder no estuvo exento de controversias. Incluso desde dentro del PRD, varios de sus compañeros señalaron que no cumplía con los requisitos legales para el puesto, ya que no había residido en la capital el tiempo suficiente para postularse. A pesar de ello, su candidatura avanzó, impulsada más por la presión política que por el respeto a la ley.

Entre los que dieron las primeras voces de alerta, destacó la escritora y pensadora Ikram Antaki. Desde entonces, Antaki advertía que AMLO representaba un peligro latente para la democracia mexicana. Para ella, su discurso populista y la polarización que fomentaba no eran señales de un verdadero líder del pueblo, sino de un hombre que buscaba el poder absoluto. Con aguda precisión, señaló que su constante apelación al "pueblo bueno" y su tendencia a dividir la sociedad entre buenos y malos eran tácticas peligrosas, características de regímenes fascistas.

Desde el principio de su mandato en la Ciudad de México, AMLO se caracterizó por su estilo populista y confrontacional. Mientras se presentaba como un defensor de los pobres, la realidad mostraba a un hombre que despreciaba las reglas y que estaba dispuesto a doblar las instituciones para su conveniencia.

Durante su tiempo como Jefe de Gobierno, AMLO construyó una plataforma mediática que le permitió proyectarse a nivel nacional. Las "mañaneras" —conferencias de prensa diarias— se convirtieron en un espacio donde, más que informar, se dedicaba a reforzar su imagen de líder incansable y comprometido con la justicia social. Sin embargo, sus políticas y proyectos fueron cuestionados por su falta de transparencia y los crecientes señalamientos de corrupción en su administración. Esto no impidió que su popularidad creciera, mientras construía un relato de persecución y lucha en su contra.

Sin embargo, el mandato de AMLO como Jefe de Gobierno también quedó marcado por uno de los escándalos más graves de su administración: los "videoescándalos". En 2004, una serie de videos fueron filtrados a los medios, mostrando a René Bejarano, uno de los hombres más cercanos a AMLO, recibiendo fajos de dinero de un empresario. Las imágenes fueron devastadoras. Bejarano, conocido como “el señor de las ligas” por usarlas para atar el dinero recibido, quedó al descubierto como parte de una red de corrupción. Aunque AMLO se distanció públicamente del escándalo, asegurando que no estaba involucrado, el episodio dañó su imagen. Para muchos, fue una confirmación de que su discurso anticorrupción no era más que una fachada, y que sus colaboradores más cercanos no estaban exentos de los vicios del sistema que tanto criticaba.

A pesar de los videoescándalos, la popularidad de AMLO no se desplomó como muchos anticipaban. Utilizó su habilidad para moldear la narrativa a su favor, presentándose nuevamente como víctima de una campaña sucia orquestada por sus enemigos políticos. Mientras el país se conmocionaba por las imágenes de Bejarano, AMLO continuó fortaleciéndose, apoyado por su base de seguidores que lo veían como el único capaz de encabezar la lucha contra las "mafias del poder". Sus conferencias matutinas, las "mañaneras", se convirtieron en el escenario ideal para reforzar su narrativa de resistencia.

Ese mismo año, el gobierno federal inició un proceso de desafuero en su contra, por violar una resolución judicial al permitir la construcción de una carretera en un terreno expropiado. El desafuero, lejos de perjudicarlo, se convirtió en el trampolín perfecto para su candidatura presidencial. En lugar de mostrarlo como un político que había infringido la ley, logró convertir el proceso en una narrativa de victimización. Para sus seguidores, AMLO era ahora un mártir, perseguido por las mismas élites que decía combatir.

Durante este tiempo, Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD y mentor de AMLO, observaba con creciente preocupación cómo su antiguo aliado comenzaba a socavar su liderazgo. El partido que él había ayudado a construir empezaba a girar en torno a la figura de AMLO, quien lo desplazaba como líder indiscutido de la izquierda. En lugar de mantener la lealtad a Cárdenas y los ideales que supuestamente compartían, AMLO lo traicionó para hacerse con la candidatura presidencial del 2006. La traición fue clara: Cárdenas, el histórico líder que había encabezado la lucha contra el fraude electoral de 1988, quedó relegado, y AMLO se posicionó como el abanderado del PRD en una carrera que marcaría el futuro del país.



LAS ELECCIONES, LA CAÍDA DE LAS INSTITUCIONES Y LA SOMBRA DE SHEINBAUM

Las elecciones presidenciales de 2006 marcaron un antes y un después en la política mexicana. AMLO, tras una campaña cargada de promesas populistas y una retórica polarizante, perdió por un estrecho margen frente a Felipe Calderón. En lugar de aceptar la derrota, López Obrador calificó la elección como fraudulenta y lanzó un ataque frontal contra las instituciones democráticas del país. Durante meses, organizó plantones y bloqueos en la Ciudad de México, declarando que él era el "presidente legítimo". Esta postura no solo desafiaba la voluntad popular, sino que minaba gravemente la confianza en las instituciones electorales. Sus acciones demostraron que, para AMLO, la democracia solo era válida si él resultaba vencedor.

Seis años más tarde, en 2012, AMLO volvió a competir, esta vez contra Enrique Peña Nieto. Al ser derrotado nuevamente, recurrió al mismo libreto: denuncias de fraude, descalificaciones a las instituciones y una narrativa de victimización. A pesar de que sus acusaciones no tenían fundamentos sólidos, siguió erosionando la legitimidad del sistema electoral, el mismo sistema que años antes él había utilizado para ascender políticamente dentro del PRD. Su comportamiento revelaba un patrón claro: para AMLO, el respeto a la democracia era secundario frente a su propia ambición. Cada vez que el voto popular no le favorecía, las instituciones se convertían en enemigos a destruir.

Mientras se preparaba para enfrentar la elección de 2018, AMLO había dejado atrás a aquellos que alguna vez lo apoyaron, consolidando su poder dentro del partido a costa de sus antiguos compañeros. Su ambición, que lo había llevado a saltar de un partido a otro, a romper alianzas y a concentrar el poder en sus manos.

Sin embargo, el PRD ya no le resultaba útil. Dentro del partido, aún quedaban figuras que no se sometían completamente a su voluntad, lo que representaba un obstáculo para su ambición de control absoluto. Decidido a no tolerar disidencias, AMLO orquestó la destrucción del PRD, un partido que alguna vez fue símbolo de la izquierda, pero que no podía ser su herramienta personal.

Así, fundó MORENA, un partido diseñado a su medida, en el que la lealtad a su figura era el principal requisito para ascender. A diferencia del PRD, donde aún existía espacio para el debate y la diversidad de opiniones, en MORENA lo esencial era no contradecirlo en nada. Con este nuevo vehículo político completamente bajo su control, AMLO estaba listo para llevar a cabo una de las campañas presidenciales más divisivas en la historia de México.

A lo largo de estos años, AMLO no cesó en sus críticas a los gobiernos en turno. Si bien las administraciones de Calderón y Peña Nieto tenían sus fallos, ninguno de ellos fue peor que el PRI del que AMLO formó parte en sus años de juventud, el mismo que consolidó la corrupción y la represión en México. Sin embargo, AMLO hábilmente supo canalizar el descontento social, aprovechando cada error de los gobiernos recientes para proyectarse como el salvador del país.

Cuando finalmente alcanzó la presidencia en 2018, muchas de las peores advertencias sobre su carácter comenzaron a materializarse. AMLO mostró desde el primer día su desprecio por la división de poderes y por las instituciones autónomas que había utilizado como ariete en su lucha contra el pasado. Su gobierno se caracterizó por la concentración del poder en sus manos, el debilitamiento de los contrapesos democráticos y una constante militarización de la vida pública. Las decisiones económicas erráticas y la cancelación de proyectos de inversión clave —como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México— trajeron consigo una crisis económica de la que el país nunca se recuperó del todo.

Las peores prácticas de su gobierno incluyeron la manipulación de programas sociales para cooptar el voto, el ataque sistemático a los medios de comunicación críticos y el uso de las instituciones judiciales para perseguir a sus oponentes. Bajo su mandato, México retrocedió en materia de libertades y transparencia. Aquellas voces que habían advertido de su autoritarismo y su estilo polarizante, vieron cumplirse sus peores pronósticos.

Uno de los momentos más oscuros de su presidencia ocurrió cuando, de manera flagrante, intervino ilegalmente en el proceso electoral de 2024 para asegurar la victoria de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Pese a que él mismo había sido el arquitecto de una de las legislaciones más estrictas en cuanto a la participación de funcionarios públicos en procesos electorales —derivada de sus denuncias infundadas de fraude en 2006 y 2012—, superó con creces las intromisiones de Vicente Fox y Felipe Calderón. Desde la presidencia, utilizó recursos públicos y la plataforma del gobierno para atacar a sus críticos y dirigir la narrativa electoral, violando así las mismas leyes que sus reclamos del pasado ayudaron a construir.

Finalmente, la destrucción del Poder Judicial y los órganos autónomos, que habían sido los pilares de su discurso opositor contra los gobiernos anteriores, se concretó durante su mandato. AMLO, incapaz de tolerar cuestionamientos a su gestión, combatió ferozmente a estas instituciones cuando las críticas se dirigieron hacia él. Su gobierno erosionó sistemáticamente la independencia del INE, la Suprema Corte y otras instancias de control, eliminando los últimos resquicios de equilibrio democrático.

Con la consolidación de su poder y la llegada de Sheinbaum a la presidencia, el futuro de México quedó envuelto en incertidumbre. La desaparición de los contrapesos institucionales, la polarización social y la creciente militarización del país presagiaban tiempos difíciles. Aquello que muchos temían desde los inicios de la carrera política de AMLO se había cumplido: un México más dividido, con instituciones debilitadas y una democracia gravemente herida.