jueves, 21 de noviembre de 2024

Destruir el pueblo para salvar el pueblo: Una reflexión sobre la democracia en México

 

La frase “destruir el pueblo para salvar el pueblo” tiene sus orígenes en la Guerra de Vietnam, utilizada para describir la destrucción de aldeas vietnamitas con el fin de eliminar la presencia del Viet Cong. Esta paradoja ilustra cómo, en ocasiones, se justifican medidas extremas con la intención de lograr un bien mayor, aunque a menudo resultan en consecuencias devastadoras.

En México, esta frase resuena con las acciones de los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Claudia Sheinbaum. Durante la administración de AMLO, se han observado esfuerzos significativos para debilitar los controles y equilibrios democráticos. Entre estos, destacan los intentos de reformar el poder judicial y reducir la independencia del Instituto Nacional Electoral (INE). Estas acciones han sido vistas como intentos de centralizar el poder y debilitar las instituciones que limitan la autoridad ejecutiva.

Claudia Sheinbaum, sucesora de AMLO, ha continuado con algunas de estas políticas controvertidas. Su administración también ha sido criticada por contribuir a la erosión de las instituciones democráticas, centralizando aún más el poder y disminuyendo la efectividad de los controles y equilibrios.

Ambos gobiernos han justificado estas acciones argumentando la necesidad de combatir la corrupción y mejorar la eficiencia del gobierno. Sin embargo, estas justificaciones a menudo parecen ser un pretexto para consolidar el poder y eliminar la oposición.

Para salvar la democracia en México, es crucial reconocer las deficiencias de los gobiernos anteriores, pero también es fundamental respetar el estado de derecho. Aunque los predecesores de AMLO y Sheinbaum tuvieron sus fallos, es innegable que lograron mantener un equilibrio de poder más saludable y respetaron las instituciones democráticas en mayor medida.

La recomendación es clara: debemos fortalecer las instituciones democráticas, garantizar la independencia de los poderes y promover una cultura de respeto a la ley. Solo así podremos asegurar un futuro democrático para México, donde el poder no esté concentrado en unas pocas manos, sino distribuido de manera justa y equitativa.

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